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Transgrancanaria

con 42195.es

Cuando una gran carrera se convierte en una experiencia ðnica. Cuando un viaje aporta más de lo que se esperaba.

No os perdáis la siguiente crónica.



 

Cuando un grupo de amigos viven intensamente el ambiente y la amabilidad de los nativos.

 

Así vivimos algunos esta experiencia que ha marcado y ha unido aun más a esta gran familia. Disfrutarla (pinchando AQUI o sobre cualquiera de las fotos podréis acceder a un impresionante reportaje de fotos, obra y milagro, de Patxi Sánchez-Dehesa)

 

 

Transgrancanararia 2012

 

Esta transgrancanaria ha sido una gran prueba donde he podido descubrir sentimientos nuevos y olvidados para mí.

 

Era un gran reto en lo deportivo y casualmente ha sido posiblemente lo que menos me ha impresionado.

 

Pero como viaje hasta Canarias con el objetivo de cruzar triunfal la línea de meta de esta carrera de montaña de 123km, empezaré por aquí.

 

Sin duda una carrera durísima que en el kilómetro 82 me obligó a tomar una dura pero acertada decisión y abandonar.

 

Recorrer esa distancia y sus desniveles en un tiempo de 15 horas y con el clima Canario, no fue sencillo y el desgaste físico fue impresionante.

 

Lo curioso fue que mi cabeza no falló. Hubo momentos muy duros. Yo solo en la montaña donde te acuerdas de todos los que quieres y los que te apoyan en esta aventura, pero creo fue la cabeza serena y en su sitio la que me ayudó a decidir hasta donde había llegado.

 

 

Kilómetro 80 después de durísimas subidas hasta el punto más alto de la isla a casi 1900 metros sobre el nivel del mar, cuando afronto la bajada de 2 km hasta el avituallamiento donde según los expertos, llegando aquí lo suficientemente lucido, y a pesar de quedar 42km de bajada, la carrera está prácticamente terminada.

 

Fue aquí cuando comienza mi particular infierno y lucha contra no se sabe muy bien que, y comencé a sentir algo que no había sentido nunca.

 

Picor en la nariz, y fuerte escozor en el fondo del paladar acompañado de un frió intenso dentro del pecho como si respirara aire helado. Agotamiento general intenso que me obligaba a arrastrar los pies y los brazos que ya no aguantaban el peso de los bastones, y muchísimas ganas de abandonarme tirado en cualquiera de las apetecibles sombras que me llamaban incluso por mi nombre (creo que producto de mi imaginación). Todo ello acompañado de fuertes ganas de vomitar, un pequeño desvarió y una orina lo suficientemente oscura como para darme cuenta de que estaba deshidratado y de que algo no estaba bien. Todo ello hicieron que estos dos sencillos kilómetros de bajada, fueran los más largos, duros y penosos que nunca he recorrido.

 

Gracias a que en días anteriores había entrenado mi cabeza por si esto ocurría debido a una todavía reciente lesión en las costillas producida por una caída en el monte, fui consciente y tomé una difícil, pero inteligente y acertada, decisión de parar y no seguir jugándomela barranco abajo.

 

Los servicios sanitarios quisieron atenderme al ver en el estado que llegaba, pero yo preferí que no fuera así. Quería recuperarme por mi mismo, ver hasta qué punto podía llegar mi fuerza de voluntad y siempre con el pensamiento en la cabeza de seguir si podía.

 

Bebida fresca, caliente, unos macarrones que parecían los más ricos del mundo después de la alimentación de mierda que te metes durante la carrera. Mimos y atenciones varias, no ayudaron a que el nudo del estomago desapareciera y pudiera comer en condiciones. Solo quería descansar sentado y recapacitar un poco sobre lo que había pasado y porque, y sobre los 42 vertiginosos kilómetros que quedaban hasta la meta. Decidir si terminaba aquí mi aventura o seguía en ella a pesar de mi estado.

 

  

 

Ahora no tengo ninguna duda que la decisión fue la correcta, pero allí…

 

Mas veces me han salido algunas lagrimas en carreras. O por emoción, o por cansancio, pero nunca por encontrarme en esta situación. No sé que fue más duro, las interminables cuestas en las horas que mas calentaba el sol antes de llegar hasta donde me encontraba, o tener que avisar a un miembro de la organización y entregarle mi dorsal.

 

Ahora lo veo de otra forma. Seguramente porque después de este trance, fue cuando la esencia de la vida salió y me enseñó la grandeza de las personas y lugares.

 

   

 

80 kilómetros de disfrute absoluto. Recuerdo algún momento malo, incluso muy malo, pero en general disfrute del paisaje, de la compañía cuando la tuve. Me lo pasé bien conmigo mismo correteando por el monte. En mi mundo. Sin problemas mayores que disfrutar al máximo. Incluso varias veces me salí del recorrido marcado para subir alguna cima cercana y poder ver mejor el paisaje. Parar casi media hora en uno de los lugares más impresionantes de la isla, donde comprendí que yo nunca podré hacer buenos tiempos en carreras de este estilo porque me gusta ver, llenarme los ojos con los paisajes, emocionarme y cargarme de vida. Al final es por lo que hago esto y por lo que me apasiona vivirlo al máximo.

 

Aunque nunca salgo con pretensiones de marcas ni puestos en clasificaciones finales, aquí me pasó algo muy curioso. Al bajar de este lugar tan impresionante por su belleza, desde donde se veía todo, hubo un momento que pensé que si allí tendría que terminar la carrera, yo ya había ganado. Quien me iba a decir a mí que 10 kilómetros después lloraría al tomar la decisión de abandonar.

 

Seguramente esos setenta y pico kilómetros de placer (entre comillas) amortiguó el golpe y por eso no fue tan duro.

 

 

 

Se terminó lo deportivo y comenzó lo humano, el sentimiento, el corazón y la verdadera emoción.

 

La llamada a Alberto, miembro del club y persona con grandes sentimientos, fue si cabe más dura todavía. Me costó hacerlo. Marqué y colgué varias veces y solo yo sé lo que pasó en aquella silla sentado cabeza abajo después de hablar con ellos y con mi mujer que estaba en casa. Yo se que tanto ellos que habían viajado a Canarias conmigo, como muchos que estaban en casa, habían puesto mucha ilusión en que yo entrara en meta, pero no pudo ser.

 

A partir de hablar con ellos y de sentirme totalmente arropado, comprendido y admirado por personas que habían triunfado cada uno en la carrera que habían disputado, comencé a recibir llamadas de apoyo que todavía hoy me emocionan.

 

Ahora sí que ha merecido la pena este viaje. Ahora he visto el fondo del corazón de muchas personas y eso es grande. Cicatriza de inmediato todas las heridas y carga aun más las pilas de un corazón lleno de agradecimiento.

 

Las horas y los días después no tienen ni pizca de desperdicio. La gente de la organización de la transgrancanaria, los voluntarios en avituallamientos y puntos de control. Que mimo, que atención, que lujo haber estado aquí.

 

Nunca se me olvidará la imagen de una voluntaria en el punto donde yo lo dejé, abrochando la chaqueta a un participante visiblemente tocado por el gran esfuerzo y aunque ya prácticamente fuera de tiempo y sin ninguna posibilidad de llegar a meta antes del cierre, como aplaudía y animaba con emoción en la cara, y con un cariño como el de una madre cuando abriga a su hijo indefenso. Nunca he visto nada parecido. Humanidad en estado puro.

 


 

Las personas que allí conocimos. No tengo palabras. Un trato fuera de lo normal. Todos. Nuestra persona de contacto en la isla y por el que viajamos y conocimos esta carrera y esa tierra. Algún veterano de la prueba que minutos antes de la salida, se desvivió por darme todos los consejos posibles para que afrontara la distancia lo mejor posible y que agradezco de corazón. Camareros y camareras de bares y restaurantes, personas que por casualidad o por exigencia del guión de la vida nos abrieron sus corazones y nos dejaron bien claro que existe buena gente y que ha merecido la pena conocerlos.

 

 

Al final es con lo que me quedo.

 

Me encanta el monte. Disfruto poniéndome retos e incluso si estos retos no se completan. Me siento orgulloso de haber participado en una prueba de estas dimensiones. Contento por haberme recuperado pronto. Cansado porque el cuerpo sufre mucho. Pero aunque muchos piensen que tanto esfuerzo quita años de vida, yo creo que es todo lo contrario. El subidón de autoestima (no quiero ni pensar si hubiera cruzado la línea de meta), la carga de emociones que esto aporta, es el significado de la vida.

 

Conocer personas, compartir con ellas emociones y vivencias de este estilo, tener el placer y el lujo de ser parte de un gran grupo con el corazón más grande que se pueda imaginar, y sobre todo sentirme parte de ellos, sentirme alabado y en todo momento acompañado. Es el triunfo de esta mi particular transgrancanaria o mejor dicho Trans-sentimientos.

 

 

Yosu

 

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