Marathon Berlin 2011
Crónica del gran Josep Juis
Esperada por much@s, seguro que nos sorprende
El pasado 23 de Septiembre nos desplazamos hasta Berlín para disfrutar de la ciudad y participar en la edición número 38 de su mítico maratón
La carrera se disputaba el domingo, lo que nos permitió plantear el dia previo con relativa tranquilidad: visita a la feria, comida copiosa, compuesta por pasta y cerveza de gran calidad y tutismo relativamente controlado.
El día del maratón amaneció temprano para nosotros, a eso de las 5:50, y tras un desayuno gratificante me dirigí en metro al punto de salida convencido de que ese sería un gran dia. El cielo estabá raso, completamemte despejado, y el sol anunciaba un dia soleado y algo caluroso, aúnque no calentaría de forma exagerada. El azar permitió que en el metro de ida me topase con Jose, un triatleta Ovetense al que tuve el honor de conocer el día previo y con el que compartí por casualidad las horas anteriores a la salida. Estaba muy tranquilo, plenamente confiado en mis posibilidades pues me sentía realmente muy en forma. Todo lo que había hecho para llegar hasta aquí lo había completado con inteligencia, sensated y constancia.
El spiker grító descontrolado el nombre de Paula Radcliffe al tiempo que enumeraba sus escalofriantes dos quince veinticinco frente a una marea de atletas ansiodos por escuchar el pitoletazo de salida. Los primeros kilómetros respondieron a lo previsto, ritmo relativamente constante: 4:30 el mil y una sensación de comodidad que me llenaba de júbilo. Ritmo constante y dejar pasar los kilómetros, he aquí la clave insistía Tortxu al tiempo que tratabamos de ensayar el ritmo de maratón a golpe de vuelta al prado. El primero de los avituallamientos, el del km 6 frustro de raíz tanta armonía al convertir la ingrata taréa de beber mientras corres en misión más que imposible. Un baso pequeño de plástico, endeble, sin cuerpo, cargado de agua del grifo sujeto por una mano temblorosa y rodesado de miles de corredores tratando de hacer lo mismo. Prové a ingerir el agua mientras corria, pero al reducir el ritmo fuí embestido en repetidas ocasiones por atletas más duchos en el noble arte de tratar de beber mientras corres sin parecer gilipollas.
Moraleja: en próximos avituallamientos pararía y punto, me sentía muy en forma, y parar y arrancar no debería suponer una barrera insalvable. Pasé el km 10 en 45 minutos, precisión milimétrica. La preocupación por hidratarme en un día de calor como el que estabamos viviendo me jugó la primera mala pasada, pues piqué el km 12 en unos desalentadores 5,36, 4 minutos y 20 segundos para correr,y el resto para miccionar entre el follaje. En el km 18, aprovechando la presencia de un nuevo avituallamiento de los cojones paré para ingerir el primero de los geles. Dediqué tiempo al proceso, pues poco amigo soy de las prisas cuando como, conocedor desde hace años de lo delicado de mi estómago. El km se escapó hasta 4,48, pero una buena digestión bien vale una misa. Dos kilómetros de desagradables eruptos dieron por buena la ingesta de hidratos.
Pasé la media maratón en unos cómodos 1,37,06 convencido de que la segúnda sería sensiblemente más rápida. Cerca del avituallamiento del 25 divisé en la parte izquierda de la calzada las mesas de camping que precedían a los vasos diabólicos. En una de ellas una botella de plático con pitorro soportaba en una pegatina casera el nombre de Patrick Makau, a la postre ganador de la prueba y nuevo record del mundo desde ese día. Frustré con éxito mi deseo de coger ese bote con tetina, más por el convencimiento de que estaría vacío que por la vergüenza que podría suponer apropiarme de lo que no es mío. Visto ahora con perspectiva apostaría una mariscada a que si el enjuto atleta Keniano hubiese tenído que beber agua en esos simpáticos vasos de plástico el record del mundo luciría aún con lustre en las vitrinas del derrotado Gebresselasie.
En el 28 paré a firmar mi sentencia de muerte. Tome el segundo de los genles, y con él el camino hacia el fracaso. Traté de vomitarlo sin nungún éxito y esa masa de materia viscosa se apoderó de la boca del estómago para capitanear dede allí la más inhumana de las afrentas. Me arrastré hasta el 35, pudiendo correr en agonía e inicié a pie y sin posibilidad de enmienda el más largo viacrucis de mi vida. Cada kilómetro andado suponía una experiencia a olvidar. Hasta una hora y media despues de la llegada, cuando el vómito liberó mi cuerpo del dolor y la desesperanza no volví a ser persona.
Han pasado 5 días desde que crucé la meta en Berlín y tengo unas ganas brutales de volver a correr. Sólo el que corre puede entenderlo, es la magia de la carrera a pie, es la grandeza del maratón.
Post: felicidades:
-a Guti, pocos como él saben ser tan grandes tanto dentro como fuera del asfalto.
-a Claudio, que encarando la puerta de Brandenburgo se detuvo para interesarse por mí, anteponiendo la amistad a la gloria.
-a Arantza, por estar siempre ahí.
-a 42195.es, por que grancias a ellos ya nunca caminaré sólo.